Sólo se vive dos veces (1967).

                       Bienvenido a Japón, señor Bond.


                               
Quinta entrega de cine de espionaje  dentro de las películas de James Bond y la quinta protagonizada por Sean Connery  como el agente del MI6, con un guion escrito por Roald Dahl, libremente basado  en la novela de Ian Fleming del mismo título.  Lo que tenemos esta vez es a los  americanos y a los soviéticos  culpándose unos a otros  por la misteriosa desaparición  de un cohete tripulado  durante un vuelo orbital en plena  guerra fría, por lo que Bond viaja  en secreto a una remota  isla japonesa  para dar con los que han perpetrado todo y encima enfrentarse cara a cara con Ernst Stavro Blofeld (Donald Pleasence), el trastornado jefe de SPECTRA.

Y es que por fin se reveló  en esta ocasión la apariencia del narcisista Blofeld, quien previamente  se mostró parcialmente como un personaje fantasma. SPECTRA extorsionó  al gobierno de una poderosa nación asiática no mencionada, probablemente    China, todo ello para provocar  un conflicto entre las dos grandes potencias mundiales. Tras un paréntesis, el actor escocés regresaría  años más tarde en otra entrega de la saga, Diamantes para la eternidad, y mucho más tarde en Nunca digas nunca jamás. Esta que nos ocupa fue  la primera que dirigió Lewis Gilbert, quien luego se encargó de La espía que me amó y Moonraker, ambas protagonizadas por Roger Moore.

Un cohete del  programa Gemini de  la NASA  es secuestrado en la órbita  por otra nave no identificada. EEUU sospecha que puede ser obra de  la Unión Soviética, mientras que los británicos creen que  ha sido cosa de los japoneses, ya que la nave intrusa ha aterrizado en  el mar de Japón. El servicio de inteligencia secreto envía a 007 hasta Tokio tras fingir su propia muerte  en  Hong Kong (Gibraltar en realidad), donde llegó a ser presuntamente  enterrado en el mar. A su llegada, Bond contacta con Aki (Akiko Wakabayashi), ayudante  del jefe del servicio secreto japonés, mientras acude a ver sumo.  Después, Bond y Aki conducen hasta Kobe, yendo directos hasta el muelle de la ciudad.

007 acaba despertándose en unas instalaciones pertenecientes a SPECTRA, de las cuales huye  a bordo de un autogiro  diseñado por Q (Desmond Llewelyn). Entonces queda revelado que todo ha sido perpetrado personalmente por Blofeld, por lo que se entrena junto a los  ninjas en  el castillo Himeji en la prefectura de  Hyogo, siendo este lugar el sitio donde muere accidentalmente Aki. Bond se disfraza de  oriental  y organiza una falsa boda con una alumna de la escuela ninja, Kissy Suzuki (Mie Hama), para poder  soltar a  los astronautas prisioneros y para ello esta vez toma prestado un  traje espacial que le permita  infiltrarse en la nave de SPECTRA y autodestruirla antes de alcanzar la nave americana.


                                      
007 tendría que haber estado al servicio  secreto de su majestad, pero en su lugar se optó por este título  que el propio  Gilbert declinó. Los paisajes nevados tendrían que esperar y los productores, en especial Albert  Broccoli, insistieron en que si había negativas a dirigir  se defraudaba a buena parte de los espectadores del mundo. Peter Hunt, director de la siguiente entrega, estuvo cerca de ponerse tras la cámara pero su labor se redujo una vez más a la sala de montaje y a la segunda unidad. Harry Saltzman, junto al equipo artístico encabezado por  Ken Adam y  Freddie  Young, volaron rumbo al país nipón para dar con lugares donde recrear la base de  SPECTRA, siendo elegido el volcán Shinmoedake en Kyushu, con otras partes construidas en los estudios Pinewood.

Puede decirse que los días de más que estuvieron allí les salvó la vida, pues el avión de vuelta que debían tomar  acabó estrellándose. La integridad del rodaje se llevó a cabo en  los estudios de Toho, los vehículos de la película fueron donados por cortesía de Toyota y las dos actrices que acompañan a Bond fueron elegidas en castings locales. Dahl, amigo personal de Fleming, se encargó de adaptar la novela  pese a no poseer experiencia en dicho campo y siempre consideró  este trabajo en particular como una  guía de viajes más que un libro de ficción, por lo que se concentró en  hacer un argumento básico y similar al de Doctor No.

Jan Werich fue reclutado originalmente  por Saltzman  para interpretar a Blofeld. A su llegada a Pinewood, Broccoli y  Gilbert se dieron cuenta que era una mala elección, que parecía más bien Papá Noel, por lo que lo sustituyeron por Pleasence, quien dotó a su personaje de una visible desviación de la columna, en otras palabras, lo hizo parecer jorobado. El autogiro  Little Nellie  aparece como vehículo volador gracias al piloto retirado de la  real fuerza aérea británica y dueño del mismo, el comandante  Ken Wallis, con mejoras de  John Stears y su equipo de efectos especiales para que pudiese ascender sobre las prefecturas de Miyazaki y Kagoshima, dependiendo siempre de la meteorología, por lo que  se completaron esas escenas en un lugar casi japonés, Torremolinos.


                                                 
Diane  Cilento, la entonces mujer de Connery, hizo de doble  de las actrices japonesas para las tomas en que estas debían nadar, mientras que Donn Draeger fue contratado para instruir al escocés en artes marciales. En cuanto a la música,  Sólo se vive dos veces  fue la cuarta  de la saga en ser compuesta por  John Barry, mientras que el tema principal, escrito por  Leslie  Bricusse, lo cantó Nancy Sinatra después de que su padre Frank  dejase pasar la oportunidad. La hija de La Voz estaba muy nerviosa mientras grababa y admitió que se le ponía  el tono vocal como el de Minnie Mouse, por lo que se consideró como alternativa a  Julie Rogers.

Esta canción luego ha sido versionada por diferentes artistas, desde Björk a  Robbie Williams en su conocida  Millennium, Coldplay, Natacha  Atlas o la mismísima Shirley Bassey. La versión de Rogers por tanto cayó en el olvido al no formar parte de la banda sonora oficial. Su estreno fue el primero al que asistió la reina Isabel II, quien ya llevaba unos años en el trono británico. La primera mitad de la película es bastante buena, pero durante la segunda  el argumento va hacía una dirección que roza  los límites de lo absurdo, por lo que empieza a fragmentarse ya una trama inverosímil con la aparición de Blofeld  y la parte de los cohetes que secuestran la nave, que la encuentro demasiado extravagante.


                                             
Los artilugios de esta entrega  hacen que por primera vez James Bond  fracase en su fórmula de hacer magia con una  tecnología  imposible, por lo que sería comparable a un episodio cualquiera de la serie  Los guardianes del espacio y que hubiera sido más entretenida de haber durado  veinte minutos menos, lo que no le quita que sea de las aventuras más memorables de Bond pese a su confuso argumento firmado por Dahl, lleno de conceptos experimentales sobre villanos y tecnología. Las escenas de acción están algo por debajo de las de sus predecesoras.

Puntuación: 6,4

                                                              







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