Beyond the black rainbow (2019)
Más allá de la ciencia, más allá de la cordura, más allá del control
Panos
Cosmatos debutó con esta cinta de ciencia ficción y terror en la
que Michael Rogers es el doctor Barry Nyle. Producida y filmada en
Vancouver (Columbia Británica), se trata de una película que
dio que hablar bastante cuando pasó por diversos festivales de cine
como Tribeca (NY) o Montreal,
atrayendo la atención de las distribuidoras independientes en EEUU
y Canadá. La trama nos traslada a los años 60, cuando el doctor
Arboria fundó el instituto que lleva su nombre, una instalación de
investigaciones para la Nueva era dedicada a encontrar una
reconciliación entre la ciencia y la espiritualidad, permitiendo a
los humanos trasladarse a un nuevo territorio de felicidad perpetua.
En
los 80, el trabajo de Arboria quedó a cargo de su protegido, el
doctor Barry Nyle. Aparentemente encantador y atractivo como
científico, Nyle es en realidad un psicópata que ha mantenido a
Elena, una muchacha, cautiva en una prisión de lo más elaborada
que hace las veces de hospital más allá de su labor como
institución. Elena demuestra sus capacidades psíquicas que Nyle
puede suprimir usando un dispositivo prismático brillante. En un
esfuerzo por entender las habilidades de Elena, Nyle la somete a
sesiones diarias de terapia en forma de interrogatorios durante los
cuales ella solo se comunica por telepatía exigiendo ver a su
padre. De noche, Elena permanece en una habitación iluminada y
nívea.
Su
única compañía es una televisión, mientras que Nyle pasa las
noches en casa con su esposa, una mujer dócil y servil que adora
constantemente a su marido en una existencia de estupor perpetuo.
Nyle suele tomar cantidades masivas de medicación prescrita y oculta
su calvicie y el color de sus pupilas a través de unas elaboradas
lentes de contacto y una peluca. Intentando sonsacar una respuesta
emocional de Elena, Nyle le habla de la difunta madre de la
chiquilla, a la que se refiere como hermosa y deseable.
Luego deja caer que tiene una
foto de su madre en su propia habitación, concretamente bajo su
cama. Esa noche, Margo (una enfermera que atiende a Elena)
vuelve a casa justo cuando descubre unos apuntes de Nyle sobre la
chica en una cavidad en la pared.
En
ellos aparecen símbolos extraños e imágenes que indican la
violenta obsesión sexual de Nyle por Elena. Temerosa por su
contenido, Margo pone los apuntes en su sitio y poco después el
doctor recibe una llamada telefónica que le hace volver al instituto
para descubrir que hay cenizas de un cigarrillo de la enfermera
cerca de sus anotaciones. Para calmarse, Nyle se toma una droga
psicodélica. Sospechoso de Margo, Nyle le informa al día siguiente
que Elena ha introducido algo de contrabando en su cuarto. Cuando
Margo intenta llevarse forzosamente la fotografía de Elena, esta la
mata aplastando su cabeza psíquicamente. Nyle, dirigiendo las
acciones de Elena, está intrigado por su descarada demostración de
habilidades psíquicas y también satisfecho por la muerte de Margo.
Permite
a Elena salir de su celda y luego activa el prisma que provoca que
ella se convulsione y se desmaye. Mientras está inconsciente, se
acerca a Elena una entidad cuantiosa ataviada con un traje espacial
rojo identificada como sentidonauta,
la cual le pincha con una jeringuilla antes de largarse. Nyle va a
ver al ya anciano doctor Arboria en algún lugar oculto bajo el suelo
del instituto. Mostrando signos de senilidad, Arboria permanece
ignorante o más bien indiferente ante la psicosis de Nyle,
recordando que ha sido su mejor pupilo. En un flashback a 1966 se
revela que la madre de Elena era la esposa del doctor Arboria,
presente cuando este condujo a un joven Nyle a un proceso que le
permitiese alcanzar la trascendencia.
Como
parte del proceso, Nyle fue sumergido en una cuba de líquido negro
que le dotó de visiones infernales y etéreas, emergiendo como un
auténtico loco que atacó sin piedad a la señora Arboria. El
doctor, impasible, sumergió también a una Elena aún bebé en el
líquido negro y de vuelta al presente, Nyle mata a Arboria
administrándole una sobredosis de medicamentos. Nyle regresa a casa
y se presenta ante su esposa sin la peluca ni las lentillas,
tratando de explicar de forma torturadora su dolor interno antes de
aplastarle la cabeza. Mientras, Elena escapa de su calvario en el
instituto Arboria y encontrando por el camino a un mutante
zombi, aparentemente otro sujeto de la investigación.
Elena
también encuentra a un sentidonauta solitario que no la captura,
sino que se quita la máscara y revela su cara de niño mutado. Nyle,
que ha disuelto su último contacto con el mundo material, coge una
daga ceremonial a la que llama La lágrima del Diablo
y se va a perseguir a Elena por el bosque que rodea el instituto,
encontrando un par de aberraciones a las que mata con su daga tras
insistir que una de ellas se lo ha montado con la chica. Nyle logra
arrinconar a Elena en un claro y le implora repetidamente que vuelva
con él, pero ella usa sus
habilidades psíquicas para mantener los pies del doctor pegados al
suelo, así que tratando de avanzar se tira de cabeza hacia una
roca. Libre
de su captor, Elena sigue la luz generada por la televisión de un
pueblo cercano, y tras los créditos finales, la cámara se centra en
la figura de acción de un sentidonauta tirado sobre una alfombra.
Puede oírse una voz grabada al revés antes de que acabe la película
que dice He perdido contacto visual, ¿Me recibe?, repito,
¿me recibe?
Estamos
ante una historia desarrollada en torno a una novela influyente como
es 1984, ya
que tanto por su estética retro como sus temas recuerda mucho a este
relato intemporal de ciencia ficción. Cosmatos, nacido en Roma e
hijo de George Pan Cosmatos (director
entre otras de Rambo:Acorralado-Parte II y Cobra: El brazo duro de la
ley), se vio inspirado
por la pérdida de su padre a los 64 años, tratando de sacar
adelante este problemático proyecto como lo hubiera hecho él en su
día, con el agravante de haber visto fallecer también a su madre,
Birgitta Ljungberg, natural de Suecia. El cineasta de Vancouver logró
aliviar su dolor de quedarse huérfano rodando esta película.
El
filme se financió gracias a las ventas domésticas resultantes de
Tombstone: La leyenda de
Wyatt Earp, dirigida por
su padre, resultando en todo un viaje mental que logró llegar a la
gran pantalla y ser rodado en Panavisión de 35 mm a instancias del
director de fotografía de Panos. Visualmente el estilo de la misma
recuerda al de Michael Mann en Hunter
y El torreón,
al de John Carpenter en Estrella
oscura, a Daft Punk en
Electroma, a
Dario Argento en Suspiria
y a George Lucas en THX
1138. Tiene también
muchas similaridades con dos obras maestras de Stanley Kubrick como
son la Odisea espacial y La
naranja mecánica, pues
ambas son muy psicodélicas, distópicas y futuristas.
Esta
película es muy análoga con la atmósfera onírica de otros filmes
sobre vivencias más allá de la razón como son la magistral cinta
de Andréi Tarkovski
Solaris, la compleja
Viaje alucinante al
fondo de la mente de
Ken Russell o la inclasificable Enter
the Void de Gaspar Noé.
La escena del flashback es lo más veraz que puede mostrarse de una
experiencia psicodélica y solo antes lo consiguió Jean-Luc Godard
en El desprecio. Fuera
de lo que sería el cine, otro medio que inspiró a Cosmatos fue el
cómic, ya sea por la revista Heavy
Metal, por la obra del
francés Jean Giraud, alias Moebius, o por la de Frank Frazetta. El
ritmo narrativo es lento e hipnótico como el usado por Francis Ford
Coppola en Apocalypse
Now, Alain Resnais en El
año pasado en Marienbad
o Saul Bass en Sucesos en
la IV fase.
Llevar
al espectador del pasado al futuro se consigue también por la
música, y es por eso que el cineasta de Vancouver quería para su
debut cuidar cada aspecto, dando aquí las riendas de la banda sonora
a la formación local Black Mountain, quien se inspira en Tangerine
Dream (Risky business)
y en Giorgio Moroder (El
expreso de medianoche, American Gigolo), usando
el alias de Sinoia Caves. De nuevo Kubrick sirve como referencia,
pues en este apartado la música de fondo recuerda bastante a la de
El resplandor,
dejando la sensación de que quizás el futuro no era del todo algo
maravilloso, lo que el músico Jeremy Schmidt logra siguiendo los
pasos de György Ligeti (2001)
y Krzysztof Penderecki (El
exorcista).
Toda
la composición está realizada a base de sintetizadores, como la
mayor parte de canciones de grupos de la talla de Pink Floyd en sus
inicios, quienes creaban pistas temporales para dar con sonidos
concretos. Su objetivo es unir esa música a los temas explorados
como son por ejemplo el control, tratado de una forma alternativa a
como vimos en otra cinta de ciencia ficción reciente, Prometheus,
y que ya fue objeto de estudio para el escritor de la generación
Beat William Burroughs. Aquí lo representa la triste y silenciosa
Elena, un símbolo de ese control constante en el cine de género
estadounidense heredado de los años de Ronald Reagan (con
referencia a su política contra la Panamá de Manuel Noriega).
Ha tenido que ser una película
de culto canadiense la que nos ha refrescado la memoria sobre como
estos dos líderes se vieron involucrados en el Irán-Contra, ya que
el segundo se enfrentó a los Sandinistas de Nicaragua apoyado por
la CIA y El Pentágono, todo un enredo por el cual Noriega traficó
con drogas y retuvo el control del canal para que los
norteamericanos lo invadiesen. La identidad es otro tema central al
verse Nyle expuesto a su sombra como arquetipo de su personalidad tan
deudora de los protagonistas de los relatos de HP Lovecraft, quienes
hacen un viaje más allá de su raciocinio. No falta la crítica
contra los Baby boomer, de quienes reniega por su adhesión al
ocultismo.
Nuestros
padres crecieron en una generación donde las drogas psicodélicas
eran su mayor fuente en la búsqueda de fantasías para rechazar la
realidad de la época, haciendo acopio una parte de gran cantidad de
hongos alucinógenos, por lo que esta película es el mejor ejemplo
de lo que demonios fuera que quisieran experimentar sobre todo los
seguidores de la Nueva era. No hay duda de que ese espíritu puede
percibirse en la pantalla, con esa inescrutabilidad surrealista de la
trama que acusa una imitación superficial, a primera vista un coñazo
con mucho ambiente pero poca esencia, un fallo de experimento retro
al tratar de recuperar el estilo de ciencia ficción de los 80 antes
de tiempo.
En
resumen, Beyond the Black
Rainbow aborda como en
una sombría clínica el personal se comporta tan extrañamente como
sus pacientes, con lo que pasados unos años ya podemos considerarla
como una de las 50 mejores películas de ciencia ficción de lo que
llevamos de siglo 21, una era asombrosa para este género.
Puntuación:
6
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