El espinazo del diablo (2001)

      Los vivos siempre serán más peligrosos que los muertos

                                               
Hasta ahora no me había atrevido con el cine español, quizás porque no tenía suficiente bagaje viendo terror gótico patrio, y de lo dirigido hasta la fecha me quedo con esta película de Guillermo del Toro, una de sus primeras cintas independientes que además fue producida por Pedro Almodóvar. Rodada en Madrid, el filme nos traslada a la España de 1939, durante el último año de nuestra guerra civil, donde Casares (Federico Luppi) y Carmen (Marisa Paredes) dirigen un pequeño hogar para huérfanos en una zona remota del país durante el conflicto. Ayudando a la pareja en el orfanato está Jacinto (Eduardo Noriega), el encargado de mantenimiento, y Conchita, una profesora que está casada con Jacinto.

Casares y Carmen son republicanos y ocultan una enorme cantidad de oro que usarán para apoyar económicamente a sus camaradas. La casualidad que el orfanato se ve sometido a los constantes ataques de las tropas de Franco por ser refugio de rojos, por lo que una bomba desactivada cae en el patio de la residencia. Un día, un chico llamado Carlos llega al lugar con dos leales a la República, quienes piden a Casares y Carmen si pueden hacerse cargo de él porque su padre murió combatiendo contra los fascistas, aceptando al chico, quien pronto se hará amigo de Jaime, otro niño con reputación de querer fastidiar a sus compañeros. Pero de repente, Carlos comienza a tener visiones de una misteriosa aparición.

El chico no logra identificar quién es y oye extrañas historias de un niño llamado Santi, que desapareció justo el día que la bomba apareció cerca del orfanato. Carlos representa la inocencia infantil desde el punto de vista de Del Toro, que luego seguirá explorando en El laberinto del fauno. Santi por su parte es el fantasma, uno de esos personajes fascinantes del cineasta mexicano responsable de Cronos. Del Toro concibió la historia de manera diferente en su primer guion, ambientado durante la Revolución mexicana y con un Cristo de tres brazos. Muchos esbozos de ese borrador preliminar se trasladaron al texto definitivo, como el anciano senil que llevaba una aguja o el fantasma de ojos negros.

Curiosamente, el personaje del conserje, Jacinto, era el espectro que aterrorizaba a los niños y no un infante, ayudado por seres de piel roja de los pies a la cabeza. Como motivación para el villano, según comentó en su día Noriega, Jacinto sufrió mucho en su infancia cuando era huérfano, alguien lo trató fatal y de ahí su legado como adulto, por no hablar del efecto brutal que tiene sobre él la guerra. Esa biografía que Guillermo escribió para Jacinto acabó aplicada a sus tutores pero el personaje la retoma. Mencionar que la versión final del fantasma la creó un estudio de FX de Barcelona que le dotó a Santi un aspecto espeluznante, con sus sienes rotas como la porcelana caída.

                                                 
Como preludio al Fauno, esta película es una obra muy digna de ver y tan estupenda como Los otros en cuanto a historia de fantasmas se refiere. Es una pequeña joya con muchas tramas turbulentas convergiendo a la vez. Del Toro equilibra el terror con la ternura refractándose en lo primero con la tristeza de la época desde la mirada de un niño que solo entiende la mitad de lo que está contemplando, especialmente cuando el fantasma aparece, momentos muy profundos y rodados con elegancia, a la vez que viscerales al retratar la niñez en tiempos de guerra como una evocadora pesadilla que te pone la piel de gallina, de ahí que el fantasma sea más humano que los que están vivos.


Puntuación: 7

                                          

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