Braveheart (1995)

                                   


Épico drama de  ficción histórica  dirigido, producido y protagonizado por Mel Gibson, quien hace el papel de William Wallace, un guerrero escocés de finales del  siglo 13 que lideró  a su pueblo en la primera guerra de la independencia de Escocia contra Eduardo I de Inglaterra. La película también la protagonizan Sophie Marceau, Patrick McGoohan y Catherine McCormack. La historia está inspirada en la epopeya del siglo 15 de Harry el ciego sobre el protagonista, adaptada para la gran pantalla por Randall Wallace. El proyecto se originó en MGM cuando el productor Alan Ladd Jr se hizo con el mismo tras reunirse con Wallace, acabando siendo producido por Icon, la compañía de Gibson, y Ladd, con distribución de Paramount (Norteamérica) y Fox (este estudio la llevó a nivel internacional). La cinta une acción, drama y romance magistralmente, pero es una de las más históricamente erróneas, porque cuenta los hechos incorrectamente. Su secuela, El rey de Escocia, llegó en 2019 con la vuelta de Angus Macfadyen en el papel de Roberto I, monarca escocés. 

En 1280, Eduardo I de Inglaterra invade y conquista el reino de Escocia tras la muerte del rey escocés Alejandro III, quien no dejó heredero al trono. El joven William Wallace presencia la ejecución por parte  del monarca  de varios nobles escoceses, sufre las muertes  de su padre y hermano luchando contra los ingleses, y es llevado al extranjero  en una peregrinación a lo largo de toda Europa  por su tío paterno Argyle, quien ha educado a Wallace. Años después, el monarca concede a sus nobles  tierra y privilegios  en Escocia, incluyendo derecho de pernada. Mientras tanto, un Wallace adulto  regresa a Escocia, reaviva el amor  con su amada de la infancia Murron MacClannough, y los dos se casan en secreto . Wallace rescata a Murron  de ser violada por soldados ingleses, pero mientras lucha contra los soldados, Murron es capturada y ejecutada públicamente. 

                                                          

Como venganza, Wallace lidera  a su clan en la revuelta de Lanark en su ciudad natal  y envía  a la guarnición superviviente  de regreso a Inglaterra  con un mensaje de rebelión para el monarca. Este ordena a su hijo Eduardo II de Inglaterra que detenga  a Wallace  como sea necesario mientras visita al rey francés para asegurar la alianza de Inglaterra con Francia. Junto a  su amigo Hamish, Wallace se rebela contra los ingleses, y mientras  su leyenda se extiende, cientos de escoceses  de clanes circundantes se le unen. Wallace lidera  su ejército  a la victoria en la batalla del puente de Stirling, donde decapita al comandante inglés Cheltham, y saquea York después de que el príncipe Eduardo fracase al enviar refuerzos allí, matando al sobrino del monarca  cuya cabeza cortada es enviada  a este. Wallace busca la ayuda de Roberto I de Escocia, el hijo del noble Robert Bruce, aspirante a la corona escocesa.

Roberto está dominado por su padre leproso, quien desea asegurar el trono escocés para su hijo sometiéndose a los ingleses. Preocupado por la amenaza de la rebelión, el monarca envía a la esposa de su hijo, Isabel de Francia (1292-1358) , para tratar de negociar  con Wallace como distracción para la llegada  de otra fuerza de invasión en Escocia. Tras reunirse con él en persona, Isabel se enamora de Wallace y le advierte  de la inminente invasión, por lo que Wallace implora  a la nobleza escocesa que haga algo inmediatamente para contraatacar la amenaza y recuperar su país, pidiendo a Roberto Bruce hijo que los guíe. Dirigiendo él mismo al ejército inglés, el monarca se enfrenta a los escoceses en la batalla de Falkirk. Durante la misma, los nobles escoceses Mornay y Lochlan, habiendo sido sobornados por el monarca, retiran a sus hombres, resultando en que el ejército de Wallace es ahuyentado y en la muerte del padre de Hamish, Campbell. 

                                                  


Wallace es además traicionado cuando descubre que Roberto Bruce estaba luchando al lado de su homólogo inglés; tras la batalla, viendo el daño al que ha contribuido a infringir  a sus  compatriotas, Roberto reprende  a su padre y jura nunca volver a estar de nuevo en el lado equivocado. Wallace mata a Lochlan y Mornay por su traición y conduce una guerra de guerrillas contra los ingleses, ayudado por Isabel, con quien finalmente tiene una aventura. Roberto establece una reunión con Wallace en Edimburgo, pero el padre de Bruce conspira con otros nobles para capturar y entregar a Wallace a los ingleses. Descubriendo su traición, Roberto deshereda y destierra a su padre. Isabel exige venganza al ahora desahuciado monarca, quien ya no puede hablar, diciéndole que su linaje  será destruido  a su muerte  al estar embarazada con el descendiente de Wallace y que se asegurará de que el príncipe Eduardo pase el menor tiempo posible en el trono antes de que lo sustituya el hijo de Wallace.

En Londres, Wallace es llevando ante un magistrado inglés, procesado por alta traición, y condenado a tortura pública y decapitación. Aún pese a ser ahorcado, arrastrado y descuartizado, Wallace rehúsa  a someterse al rey. La multitud presente, profundamente conmovida por el valor del escocés, comienza a gritar  misericordia en nombre de Wallace. El magistrado le ofrece una oportunidad final, pidiéndole sólo que  diga la palabra "misericordia" y se le concederá una muerte rápida. En lugar de eso, Wallace grita  "!Libertad!", y ese grito  suena  por toda la plaza, oyéndolo el agonizante monarca en su aliento final. Antes de ser decapitado, Wallace tiene una visión  de Murron en la multitud, sonriéndole.  En 1314, Roberto, ahora rey de Escocia, lidera al ejército escocés  ante una línea ceremonial de tropas inglesas en el campo de batalla de Bannockburn, donde se supone que debe formalmente aceptar  ser reinado por los ingleses. 

                                                        


En lugar de eso, invoca el recuerdo de Wallace, y en memoria de este, implora a sus hombres que luchen con él  como hicieron con Wallace. Hamish tira la espada apuntando hacia abajo  enfrente del ejército inglés, y él y los escoceses cantan el nombre de Wallace mientras Roberto los lidera  a la batalla contra los ingleses, ganando los escoceses su libertad. 

Se dice que una vez Gibson arrojó un cenicero contra una pared durante las primeras charlas para decidir el presupuesto de Braveheart. El actor y director quería por todos los medios contar la historia de este equivalente escocés de Robin Hood, el legendario (y ficticio) forajido inglés. En un primer momento se valoró que lo interpretase Jason Patric (Jóvenes ocultos), pero rechazó el papel. La cuestión es que esta fantasía épica  con Gibson al mando perturbaría al ya trastornado Hollywood de la época, pero también a los escoceses. Parece ser que quien metió la idea de llevar a la gran pantalla la vida y obra de Wallace a Gibson no fue otro que Sean Connery.  El director se mostraba un tanto tímido con los estudios dada su poca experiencia tras las cámaras, aunque como actor ya era una personalidad importante. Con Braveheart se buscaba además la oportunidad de apoyar al turismo local. 

                                                            


La película se rodó con la idea de que transcendiera de manera cinematográfica, contando con toda clase de medios, especialmente en el apartado técnico (fotografía, vestuario, diseño de producción, etcétera). También se prestó atención a la calificación por edades, dada la naturaleza de algunas escenas, y Gibson  se reservó una hora entera  de metraje inédito para un montaje extendido. Braveheart es una redención épica  que lucha a su manera hasta su desenlace sin bajar la intensidad,  contando con las mejores escenas de batalla nunca vistas en pantalla grande, con las tierras altas escocesas de fondo y un Mel muy macho que se golpea su pecho  en medio de toda la sangría.  Y aún así, es una de las ganadoras del Oscar con peor reputación de los últimos 30 años, que por un instante convierte a Escocia de nuevo en la nación tal como la conocemos, con su identidad patria  según la cultura popular.

La película fue muy positiva para el turismo en Escocia, ya que como se sabe el cine es una ventana global  sin importar los géneros, maneras e identidades. Si encima arrasó en los Oscar, mejor publicidad, ya que su triunfo en los premios fue igual de épico, insisto, no exento de polémica (y no sería la última vez). La película de Wallace ayudó a los escoceses a que su gobierno lograse la descentralización de Londres y, de manera indirecta, fue clave para que se adaptase El Señor de los Anillos, según ha confirmado Peter Jackson. Sin embargo, ahora ese grito de batalla  se ha quedado en menos que un susurro, porque  se ha interpretado como una tergiversación  de Escocia y su gente por parte del cine de Hollywood.  Se ha acusado a Braveheart de atacar  y hacer víctimas casi rozando el racismo  a los ingleses, sobre todo a los blancos, una barbaridad. 

                                                   


El éxito de la película propició que un escultor local crease una estatua de Wallace, a imagen y semejanza del actor y director estadounidense y con una placa que reza la lapidaria frase " ! Puede que nos quiten nuestras vidas pero jamás nos quitarán la libertad!" Más que un homenaje a la historia escocesa, lo es a Hollywood.  Sobre el terreno, no es el Wallace que describió Harry el ciego, sino su sosías estadounidense repleto de errores ilustrados a escala y a propósito. Ni siquiera las faldas escocesas  son históricamente precisas, pues son las que se usaban en Irlanda realmente, como tampoco la espada fue la que otorgó la tan cacareada libertad. Repito, es una de las películas históricamente más equivocadas de siempre, que no es sólo que se haya rodado en Irlanda, es que parece la vida de otro héroe nacional escocés, Rob Roy.  La historia británica es completamente imparcial. 

El uso del cinturón de castidad medieval  es, por ejemplo,  fruto de un proceso creativo más basado en el mito que en el estudio, pura leyenda urbana. Todo lo que gira en torno a Wallace fue creado siguiendo la plantilla del mito del superhéroe estadounidense, y de hecho  se atribuyó al actor- cineasta  la frase "Los historiadores dirán que soy un mentiroso"; la ideología de Gibson, ya conocida por todo el mundo, es de falsas pretensiones de verdad y es similar a la empleada por Luc Besson en su Juana de Arco, un medievalismo postmoderno. Braveheart  es víctima de una demencia estética  que desluce por completo al pueblo escocés, su pasado y la representación de su historia en el cine. Y desde luego otro que no sale nada bien parado es Eduardo II, porque entre otras cosas, no podía estar casado con Isabel de Francia dado que era una niña pequeña entonces. 

                                                        


Roberto Bruce, rey de los escoceses, es el auténtico héroe nacional, no William Wallace, un paria de su propio clan. Gibson presume de tener mucha fe en la familia y en la libertad, como la mayor parte de los conservadores. Aquí se pone la falda escocesa y dirige, centrando sus iras en un Eduardo II homosexual, pero aún así mantuvo su estatus de estrella del cine  que acusa a los medios de traición. Su héroe maneja la espada a dos manos pero comete los mismos errores históricos que en Templario, Robin Hood  o El reino de los cielos  en la representación de ropa, armadura  y armas de un caballero escocés y los villanos ingleses  de mediados del siglo trece. Macfadyen encabezó el drama de acción donde repetía como Roberto Bruce junto a rostros como Jared Harris o Patrick Fugit. El rey proscrito, aunque no es secuela, muestra los hechos ocurridos inmediatamente tras  lo sucedido en Braveheart. 

Rob Roy es otro drama de acción histórico sobre Robert MacGregor, un jefe de clan escocés del siglo 18,  estrenado el mismo año. 

                                                  


                                     

                                                   Puntuación: 8


                                                        





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