Vampyr (1932)


                                         
A principios de los años 30, el cine de terror aprovechó el periodo inicial de las películas habladas para comenzar un exitoso ciclo de historias góticas que en Hollywood se explotó principalmente en la Universal, pero que en Europa también tuvo su aportación desde el mercado alemán, cuyo estilo se caracterizaba por una puesta en escena onírica. La de hoy es una mítica producción que firmase el maestro danés Carl Theodor Dreyer, un cineasta tan personal como lo fuera el sueco Ingmar Bergman (El séptimo sello), quien escribió además el guion basándose en elementos de los cuentos de Joseph Sheridan Le Fanu. El productor y protagonista del largometraje fue el noble francés de origen ruso judío Nicolas de Gunzburg.

                                         
Gunzburg interpretó a Allan Gray, estudiante de ciencias oscuras, que se adentra en la aldea de Courtempierre, la cual está bajo la maldición de un vampiro. Fue un desafío para Dreyer rodar esta cinta, no solo por que su reparto y estrella eran todos aficionados, sino porque era su primera experiencia con el cine sonoro y tenía por tanto que grabar la película en tres idiomas. Para compensarlo, decidió usar pocos diálogos y de ahí que la mayoría de la trama se narre con intertítulos como los del cine mudo. Para dotar de mayor contenido al filme, todo el rodaje se realizó en exteriores y con cámaras especiales para la época y el sonido (voces, efectos sonoros y música) se añadió en posproducción en Berlín.

                                           
En Alemania tardó en estrenarse y tanto el público como los primeros críticos especializados reaccionaron de forma negativa a la película. Dreyer tuvo que editar todo el metraje de nuevo tras la respuesta del estreno alemán, pero aún así siguió teniendo respuestas todavía más variadas y sin consenso en su debut francés. Durante mucho tiempo se consideró el punto más bajo en la trayectoria de Dreyer, pero en tiempos modernos la opinión ha pasado a ser más favorable al considerarse que los efectos visuales y la ambientación del filme la hacen confusa pero aún así que se deja ver alguna que otra tarde cuando ya comienza el crepúsculo a dejarse notar en el cielo.

                                            
Allan Gray llega a una posada cercana a la aldea francesa de Courtempierre y allí alquila una habitación para dormir por la noche. De repente, Gray es despertado por un anciano que irrumpe en la alcoba y que deja un paquete sobre la mesa y en el que pone “Abrir cuando muera” escrito a mano sobre el envoltorio. Gray toma el paquete y sale afuera, donde las sombras le guían hasta un viejo castillo, donde esas mismas sombras bailan y vagan por su cuenta. Gray también observa a una anciana y a otro hombre mayor, abandonando el castillo y caminando hasta una mansión. Observando a través de las ventanas, Gray ve al hombre que le dio el paquete antes y que es repentinamente asesinado.

Tras el disparo, Gray puede entrar en la casa gracias a los sirvientes, quienes corren a la ayuda del hombre abatido aunque ya es demasiado tarde para salvarlo. El servicio le pide a Gray que se quede allí esa noche, mientras que Gisèle, la hija menor del amo de la mansión, conduce a nuestro protagonista hasta la biblioteca y le cuenta que su hermana, Léone, está gravemente enferma. De repente la ven caminar fuera y la siguen, solo para encontrarla inconsciente en el suelo y con dos heridas recientes de mordiscos. La llevan adentro y entonces Gray recuerda el paquete y lo abre, encontrando en su interior un libro sobre horribles demonios llamados vampiros.

Leyendo el libro, Gray descubre que Léone ha sido víctima de un vampiro, quienes pueden someter a la fuerza a los humanos. El médico de la aldea visita a Léone en la mansión, y Gray lo reconoce como el anciano que vio en el castillo. El doctor le cuenta a Gray que es necesaria una transfusión de sangre, por lo que Allan se ofrece voluntario para salvar a la muchacha. Exhausto por la pérdida de sangre, Gray se duerme y luego despierta sintiendo peligro, por lo que corre a salvar a Léone, sorprendiendo al doctor mientras trata de envenenar a la chica, haciendo que huya de la mansión y dándose cuenta después de que Gisèle se ha marchado. Gray sigue las huellas del doctor de regreso al castillo.

Allí tiene una visión de sí mismo siendo enterrado vivo, y una vez que se sosiega, Gray rescata a Gisèle,pero el doctor escapa. El sirviente más veterano de la mansión halla el libro de los vampiros y descubre que pueden ser derrotados atravesándoles el corazón con una barra de hierro. Queda con Gray en la tumba de Marguerite Chopin que está bajo la capilla de la aldea, donde abren el sarcófago y hallan dentro a una anciana perfectamente conservada. A continuación forjan una barra metálica grande que usan para atravesar el corazón de esta, a quien logran matar. El doctor de la aldea se ha ocultado en un viejo molino, donde queda atrapado en la cámara donde se rellenan los sacos de harina.


El viejo sirviente llega y activa la maquinaria del molino, llenando la estancia de harina y ahogando al doctor. La maldición del vampiro se rompe y Léone se recupera, mientras Gisèle y Gray cruzan un río neblinoso en barca hasta aparecer en un paraje soleado. Gray, como estudiante de asuntos tenebrosos, llegó como un joven errante y un soñador nato cuya visión del mundo en la película es descrita como una mezcla de lo real y lo irreal. Dreyer rodó esta película después de su consagración con la cinta histórica La pasión de Juana de Arco, decidiendo que entraría en el mundo del cine sonoro, siendo el primer cineasta danés que lo logró.

Inspirándose en la obra de teatro de Drácula, Dreyer decidió crear una historia de vampiros que tomaría como referencia a Carmilla, de Sheridan Le Fanu, cuya trama incluye un contexto homosexual al ser su protagonista titular una vampiresa lesbiana. A la búsqueda de localizaciones, Dreyer se topó en suelo francés con otros colegas de profesión en igual tesitura, como Luis Buñuel (La edad de oro) o Jean Cocteau (La sangre de un poeta) y con Gunzburg, un aristócrata que acordó financiar su proyecto si era él el protagonista, ya que su sueño era encarnar al personaje de un cuento cualquiera de Edgar Allan Poe. Hasta el último momento, Dreyer quiso hacer de este un filme mudo.

Es por eso que finalmente se conservaron los intertítulos para explicar la historia y los diálogos se grabaron posteriormente en francés, alemán e inglés para que coincidiesen con los movimientos de labios del elenco. El estilo de la película es similar a los elementos experimentales vistos en Un perro andaluz y por ello se distancia notablemente del Drácula de Tod Browning para resultar algo más parecido a un cuadro de Francisco Goya. Todo el proceso de posproducción se llevó a cabo en los estudios de la UFA, la productora de cine más importante de Alemania, quien luego retrasó el estreno en favor de Frankenstein. En Francia, la película se exhibió en un recién inaugurado cine parisino del bulevar Raspail.

En Viena fue abucheada y parte del público, al ver que no les devolvían el dinero de las entradas, protestó y los agentes de la policía empezaron a poner orden en el cine repartiendo golpes con las porras a los alborotadores. En Copenhague, ciudad natal de Dreyer, este se ausentó por lo que pudiera suceder. La prensa de la época calificaba a Vampyr como una experiencia alucinante (entiéndase en un sentido negativo) propia de una pesadilla en la que los espectadores podían quedar hechizados un rato largo hasta romper a histéricas carcajadas. La opinión general ha mejorado en los tiempos modernos, aunque no es el clásico que más fácilmente pueda disfrutarse, incluso si te gusta el terror de los años 30.

                                                  
Si le echas paciencia a su ritmo y a su trama ambigua, descubrirás que visualmente es muy impactante y que es una buena opción que establece un tono convincente, cuya grandeza deriva en parte de como Dreyer maneja el tema vampírico mediante la sexualidad y el erotismo desde su distintiva atmósfera onírica, en la que también tiene mucho que ver su forma radical de narrar la historia, deudora de Nosferatu, el vampiro por lograr que imponga lo irracional a través de ese mensaje tan memento mori que permite que ni los personajes ni el público despierte de tal pesadilla surrealista, una sensación heredada en la actualidad en su cine por Guillermo del Toro en su visión de los vampiros.

Puntuación: 7,5

                                                



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