La librería (2017)

                                                                             


Drama escrito y dirigido por Isabel Coixet, basado en la novela homónima de 1978  de Penelope Fitzgerald, en el que la protagonista intenta contra toda oposición abrir una librería en el pueblo costero de Hardborough, Suffolk (basado en la localidad real de Southwold). Se rodó entre Portaferry y Strangford, condado de Down, Irlanda del Norte, así como en Barcelona. La película la protagonizan Emily Mortimer, Patricia Clarkson y Bill Nighy, siendo ganadora de tres Goyas, incluyendo mejor película, director y guion adaptado. Está narrada en versión original por Julie Christie y se estrenó mundialmente en el festival de cine de Valladolid. 

Ambientada a finales de los años 50, la película empieza con una narración en off explicativa. Florence Green, una viuda, ha decidido abrir una librería en el pequeño pueblo costero de Hardborough, Suffolk, comprando las instalaciones de Old House, una propiedad abandonada y húmeda que ha estado vacía  durante muchos años. 

Tras renovarla y trasladarse allí, la mujer se entera de que Violet Gamart, una influyente y ambiciosa residente local, ha destinado en privado la Old House para su propio proyecto favorito, un centro de artes local, un proyecto del cual no tiene intención de dejar caer incluso aunque la propiedad ya no esté vacía. Ayudada por varios ciudadanos, la señora Gamart intenta que Florence sea desalojada, y por tanto que la tienda cierre. 

El negocio de Florence va lo suficientemente bien para ella incluso con ayuda en la tienda de Christine, la hija menor de una vecina. La niña es muy eficaz, pese a que incluso esta dice que no le gusta mucho leer. Su mejor cliente es el acaudalado estudioso solitario Edmund Brundish, quien comienza a sentir algo por Florence  cuando ella le da a conocer  nuevos autores, especialmente Ray Bradbury. Enterándose de las amenazas al negocio de Florence, este emerge de  su aislamiento, visita a la señora Gamart y le cuenta insistentemente que desista. El esfuerzo involucrado en hacerlo es demasiado para él, así que se desmaya y muere. 

                                                          


El sobrino  de la señora Gamart, miembro del Parlamento, propone un proyecto de ley que fortalece a los distritos de Inglaterra para adquirir cualquier edificio histórico que haya quedado sin usar durante cinco años. La propuesta de ley es aprobada, y la Old House es comprada obligatoriamente, por lo que Florence es desalojada sin compensación. Derrotada, se va del pueblo en ferry  y es despedida  desde el muelle por Christine. Cuando el barco se aleja  se da cuenta de que Christine ha incendiado la Old House  con una estufa de queroseno. 

La escena cambia al presente, quedando claro que la narradora es la Christine adulta, quien ahora lleva su propia librería. 

La librería  de Coixet podría definirse  con el título de otra de sus películas, La vida secreta de las palabras, pues comparte la misma sensibilidad narrativa de aquella, aunque su trama fuera diferente. Hay libros y también soledades, elementos muy afines para un drama intimista de manual o habitual de festivales culturetas. 

Estamos ante una adaptación rara que se mantiene firme y  muy cercanamente  a su material original, por lo que La librería tiene una construcción de su entorno tan meticulosamente elaborada  que se acaba perdiendo en su ritmo tan serpenteante. 

                                                                    


La librería de Coixet triunfó  en una edición de los Goya con un muy marcado perfil femenino, pues la mayoría de ganadoras fueron mujeres, destacando la cineasta catalana. El cine de esta región no es precisamente plato de mi gusto, tengo los mismos problemas que con el cine de Iberoamérica o el vasco. Mortimer aquí ejerce de soldado de la directora para romper esa maldición perenne de las nominadas extranjeras, que no se acaban llevando nada en los premios españoles. Y Nighy, para mi gusto, aquí no estaba premiable como sí lo estaban Antonio de la Torre o David Verdaguer, porque lo de José Mota me parece una broma de muy mal gusto. En el apartado técnico, el montaje es muy errático y la música es una composición bastante impersonal, sin canciones que resulten originales y resultando demasiado tediosas como para disfrutarlas. Es una banda sonora poco memorable, no tan poética como defienden los entusiastas de este filme. Ni siquiera el vestuario es coherente con la época retratada, los años 50. 

Puntuación: 6,5

                                                      


                                                        


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