El club de la lucha (1999)

                                                                


 Hoy hablamos de este clásico moderno  dirigido por David Fincher y protagonizado por Brad Pitt, Edward Norton y Helena Bonham Carter, basado en la novela homónima de Chuck Palahniuk y en la que Norton interpreta a Tyler Durden, el narrador en principio sin nombre hasta la revelación, el cual se muestra descontento con su empleo como trabajador de cuello blanco. Este forma un "club de la lucha" junto a un vendedor de jabón llamado... Tyler Durden (Pitt) y se ve enredado en una relación con una misteriosa mujer, Marla Singer (Bonham Carter).  Más de 20 años después, la adaptación de la  novela de Palahniuk sigue siendo relevante tras ser comprada para Fox por la productora Laura Ziskin, quien contrató para escribir el guion a quien casi una década después firmó el de Jumper para el mismo estudio. Fincher fue elegido debido a su entusiasmo por la historia, desarrollando el guion conjunto. 

Rodada en Los Ángeles, se la comparó en su momento con películas como Rebelde sin causa  o El graduado, con un tema de conflicto entre la generación X y el valor ético de la publicidad, algo así como una rara versión de El guardián entre el centeno dentro del contexto del cine de simulación del Hollywood hiperrealista de finales de los noventa. Estamos ante una película de culto por la que debemos olvidar la regla número uno y seguir hablando del Club de la lucha. Y es que para tal distinción, la cinta fracasó en taquilla en su día  por culpa de los ejecutivos del estudio, que la odiaban y por ello boicotearon a Fincher. Además dividió a la crítica, que sólo destacó la polémica  de su trama, lo cual dio que hablar bastante  posteriormente, por lo que para averiguarlo muchos  la vimos en vídeo para revertir dicha perspectiva. 

                     


El narrador anónimo, un insomne insatisfecho con su empleo y su estilo de vida, finge enfermedades para asistir a grupos de apoyo para terapia. Su alivio se ve interrumpido cuando otra impostora, Marla Singer, se une a los mismos grupos. Viéndola como un reflejo  de su propio engaño, este planea que ambos asistan  a diferentes sesiones, a las que esta acepta ir de mala gana. En un vuelo de retorno del trabajo, el narrador conoce al vendedor de jabón Tyler Durden, quien critica su estilo de vida consumista. Después de que una explosión destruya su apartamento, este se muda con Tyler e inician el Club de la lucha, un grupo secreto de pelea a golpes, en  el sótano de un bar. Mientras, Tyler salva a Marla de una sobredosis, iniciando una relación sexual entre ambos, mientras el narrador permanece frío y distante ante ella. 

El narrador deja su empleo, chantajea a su jefe para que le dé fondos y hace crecer aún más el Club de la lucha, atrayendo nuevos miembros que incluyen a su amigo del grupo de apoyo contra el cáncer, Bob. Tyler transforma el club en el Proyecto Mayhem, que como su nombre indica (caos), comete actos vandálicos destinados a alterar el orden social. Sintiéndose marginado, el narrador se enfrenta a Tyler, quien admite haber orquestado la explosión del apartamento del primero para luego desaparecer. Cuando Bob es asesinado durante una misión, el narrador trata de desmantelar el Proyecto Mayhem, y al descubrir su alcance nacional, además de ser llamado Tyler Durden por Marla y los miembros, se da cuenta de que él y Tyler son personalidades múltiples. 

Enterándose de los planes de Tyler para eliminar la deuda volando por los aires edificios con registros de créditos, el narrador avisa sin éxito  a Marla y acude a la policía, quienes son también  miembros del Proyecto Mayhem. Este intenta desarmar los explosivos, pero Tyler lo ataca; aceptando que él es Tyler, se dispara en la cabeza, "matándolo", mientras la bala pasa sin mortalidad a través de la mejilla del narrador. Marla llega, y los dos se toman de las manos mientras observan  como los edificios fijados colapsan. 

                                              


Se han dado numerosas interpretaciones para lo que cuenta El club de la lucha, pues los académicos han visto en la película  clasificaciones para su género  dentro del cine negro retro, la cultura consumista, el homoerotismo o  el fascismo. Hay una transición a la adultez como en El graduado  en la que el narrador es un cualquiera, incluso una amenaza para la sociedad dentro de la filosofía de Nietzsche y su teoría del superhombre. Según el guionista, la película es una comedia romántica con testosterona, pues el narrador ve mucho de sí mismo en Marla y por eso apenas intima con ella, ya que lo que busca Norton es lucha por sí mismo en su camino a la cima de la sociedad. El pensamiento es lo que cuenta y este narrador sospechoso no es consciente de que Tyler es una proyección mental suya y vende su club de la lucha erróneamente para sentirse poderoso. 

Tyler desea tener experiencias reales con peleas auténticas como al principio quiere el narrador, manifestando una actitud de rechazo nihilista, luchando contra el sistema de valores  a base de destruir instituciones. Esa naturaleza impulsiva representa el ello, algo seductor y liberador para el narrador y los miembros del proyecto Mayhem, pero para Tyler esas iniciativas y métodos se vuelven algo deshumanizante. Se parece a la doctrina de reeducación a través del trabajo puesta en práctica en China entre 1957 y 2013 como método de represión política penal. Respecto al análisis de la angustia vivida por la generación X, a la que pertenecen Pitt y Norton, esta se manifiesta en los muebles que el narrador ha comprado en IKEA . 

Fincher describió esta inmersión del narrador como la idea de vivir en una fraudulenta concepción de la felicidad. El club de la lucha  es, según Pitt, una metáfora de encontrar un lugar respetuoso en la vida. La similitud con Rebelde sin causa  está en el tema de la emasculación social que sufren los personajes, que deben estar listos para luchar contra las marcas de consumo mencionadas, ya sea Gucci, Calvin Klein o el Volkswagen New Beetle, herencia de la generación anterior, los Baby boomer, para controlarlos con estilo, como llevarlos de crucero pero dejándoles moretones. Ese lenguaje combativo es una constante del cine del director estadounidense y está presente en la dialéctica de Tyler, muy cargada de un fascismo desacomplejado. 

Hubo una prueba de galera del libro tras su publicación para testar si podía adaptarse, y al darse la luz verde, la elección de un director rebelde como Fincher, todo un inconformista, demostró que se podía conquistar el sistema de estudios de Hollywood. Un guionista que estuvo considerado antes del definitivo era el autor de El graduado, Buck Henry, por el paralelismo argumental, y en la silla de dirección se barajaron antes a gente como Peter Jackson, liado con el rodaje de Agárrame esos fantasmas, Bryan Singer, que no se llegó a leer el libro, Danny Boyle, que prefirió otro proyecto, y hasta David O. Russell, quien no llegó a entenderlo. Fincher se lo tuvo que pensar dos veces por la mala experiencia que tuvo con Fox cuando hizo para estos Alien 3, pero Ziskin medió para que el proyecto saliese adelante. 

Russell Crowe iba a ser Tyler Durden, pero Pitt buscaba resarcirse tras el fiasco de ¿Conoces a Joe Black?, por lo que le dieron el papel a este. Como narrador estuvieron entre los candidatos Matt Damon o Sean Penn, pero a Fincher le gustaba Norton por su papel en El escándalo de Larry Flynt, ya que veía que podía desenvolverse en roles extremos. Esto hizo que rechazase protagonizar El talento de Mr. Ripley o Man on the Moon, así como abandonar el rodaje de El jurado. Pese a que tenía contrato con Paramount, priorizó esta cinta para luego terminar con este estudio rival The Italian Job. Fox obligó a ambos actores para prepararse a que aprendiesen boxeo, taekwondo, agarre marcial y sobre todo, a hacer jabón. Incluso Pitt se modificó su dentadura para hacer más realista como perdía los dientes peleando en el club de la lucha. 

                              


Marla iba a ser interpretada por Janeane Garofalo, aunque el estudio quería a Winona Ryder, y Fincher no pudo contar con su favorita porque esta se mostraba incómoda con la idea sexual yacente en la trama y porque no aguantaba a Norton. También se pensó en Courtney Love, lo cual le pareció a Palahniuk una broma absurda definitiva a la hora de una futura promoción de la cinta y porque Pitt no quiso hacer con ella una biografía de Kurt Cobain, su difunto esposo. Por último estuvo Reese Witherspoon, que fue descartada porque era muy joven entonces para el papel, así que Bonham Carter se lo llevó en parte por su actuación en Las alas de la paloma , y es que Helena nació para el rol. 

En el proceso de escritura se quiso descartar la voz en off, que al final se quedó; para dotar de mayor ambigüedad a Tyler, Fincher incorporó ideas de sus colegas Cameron Crowe y Andrew Kevin Walker, que acabaron agradando a Palahniuk, el autor, ya que eran detalles fieles  a la novela, como el homoerotismo, que tanta polémica dieron al público, estudio y productores, especialmente al jefe de Regency, Arnon Milchan. El combate escénico se basó en el mismo plan que en el anterior trabajo de Fincher, The Game, estudiar  artes marciales mixtas y boxeo en pago por visión, especialmente el  reciente combate entre  Mike Tyson y Evander Holyfield, una pelea de matones. Uno de los secundarios, Meat Loaf, que hace de un miembro del club con ginecomastia, llevaba zapatos con alzas para parecer más alto que Norton

Este retrato de la anarquía en EEUU centrado en el angelino distrito de Century City y en la zona de Wilmington (la casa de Tyler) hizo uso mayoritario de efectos visuales ya desde la escena inicial, que representa la red neuronal del cerebro en la que el razonamiento es iniciado por el  impulso de miedos del narrador. El factor miedo es el fuerte de Fincher, como luego demostraría en La habitación del pánico, filmando en super 35 con la fotografía de Jeff Cronenweth, cuyo padre, Jordan, colaboró con Fincher hasta que se retiró por culpa de la enfermedad de Parkinson. El estilo visual aquí recuerda mucho al de Seven, con Marla pareciendo que ha tomado heroína pero en realidad lo que ocurre es que a la cámara se le ha aplicado una pátina de cobre, similar a American Graffiti o a los trabajos de Gordon Willis (El padrino). Tyler aparece antes de ser presentado al público como un mensaje subliminal. 

                                                      


En el mundo de dolor de la película, el contraste por exposición en Technicolor aumenta la absorbancia de ese ambiente gris que acompaña la trama, pero más allá de los efectos visuales, Fincher visualizó la perspectiva del narrador a través de una miopía creada por la compañía Digital Domain y el técnico Kevin Scott Mack, ganador del Óscar por Más allá de los sueños, para mostrar por dentro la cabeza del protagonista, desde las neuronas al potencial de acción y el folículo piloso, como si se vieran a través de un microscopio electrónico con profundidad de campo y trazado de rayos. En el apartado musical, originalmente la iba a componer el líder de Radiohead, Thom Yorke, quien estaba muy ocupado con OK Computer. La segunda opción, la definitiva, fue contratar a los músicos de breakbeat Dust Brothers (Mike Simpson). 

En el desenlace suena "Where Is My Mind?", de Pixies, lo que le da mucha calidad y acompaña perfectamente  a lo que ve el público, es todo un garrotazo emocional con sangre, sudor y lagrimas. Este final inquietó mucho a la gente de Fox, pues por entonces ocurrió la masacre de la escuela secundaria de Columbine, así que el malestar era lógico, no se podía estrenar una película sobre hombres estadounidenses homicidas. Los ejecutivos decidieron promocionarla como cine arte con trasfondo publicitario y lucha, la furia de los puños para festivales, pero con riesgo a que las estimaciones en taquilla no cumpliesen sus expectativas. Parece ser que al público mayoritario no le gustaba la película, lo que ocasionó un terremoto en Hollywood, pues en el estudio rodaron cabezas por orden de Rupert Murdoch, todo por filtrar la idea que exalta un compartimiento antisocial, con la amenaza de la censura. 

                                              


El club de la lucha  fue veneno para la taquilla, pero resucitó en DVD, convirtiéndose en un éxito, en parte por los contenidos extras de la edición especial. El libro resurgió en popularidad  al reflejar, como en la película, la interpretación antisistema de la sociedad de consumo de costa a costa, la lucha llevada a las calles. Por traer de vuelta a China a la conversación, decir que allí cambiaron el desenlace para que se viese como ganaban las autoridades, pura manipulación que luego tuvo que ser revertida en protesta por la censura. No obstante, el autor aseguró que el final eliminado es realmente fiel a la visión que él tuvo, por lo que no le quitó el sueño lo que recortasen los chinos, ya que al fin y al cabo se mostraba a toda una generación apaleada en su largo camino del edredón al peligro. La cinta es un gran aporte al género del thriller y sólo a veces parece no resistir todo el empuje. 

Un puñado de oscuridad es arrojado al KO condicional de la película, todo un ejercicio mental impactante con interpretaciones muy firmes, una dirección asombrosa y un elaborado diseño de producción que hacen de El club de la lucha todo un paseo salvaje. La crisis de personalidad del protagonista  se ve claramente como un culto a la misma que seguirá teniendo relevancia de aquí a 50 años, y ya incluso en su momento atrajo a informáticos para que se citasen en sangrientos combates clandestinos, lo que llevó a una campaña por parte de la policía para afrontar el cierre de clubes de lucha ilegales y violentos formados por adolescentes que se pasaban las horas dándose puñetazos, incluso en universidades. Diversos medios han apuntado a que la ausencia de una figura paterna es la clave de la crisis de masculinidad en estos varones. 

De hecho, esto provocó que el bombardeo a un Starbucks se atribuyese a alguien que se tomó muy en serio la interpretación de los temas de la película, asumiendo que era parte de una disciplina muy concreta, como si siguiera un evangelio. No es extraño escuchar que hay pastores  de iglesias evangélicas  en EEUU que son como estrellas de rock y que acaban cayendo en desgracia, pues prácticamente han querido montar un imperio bíblico del afecto y el trabajo como el narrador, donde Tyler Durden se proclama una especie de salvador de almas. A todo esto, el videojuego oficial que salió en su día es para olvidar, no está a la altura de la adaptación, es bastante malo y solamente apareció para PS2 y Xbox. De hecho, quien sí exploró  los temas antisistema en este formato mejor por influencia fue el muy recomendable Jet Set Radio. 

                                               


Esta es definitivamente una película para tíos, una obra maestra única que en una década fue redescubierta por el público, con diálogos muy ingeniosos  y la lapidaria frase de Tyler Durden que se convirtió en el lema principal, dando pie a una fábula moderna que de haber escrito Jane Austen se la atribuiría a ella sin ningún atisbo de duda, pues comparte estilos y temas, desde la parodia al género, la educación o el lugar del individuo en la sociedad. ¿Se imagina alguien un club de la lucha cuyos miembros van encorsetados?

                                       Puntuación: 8,5


                                               



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