Jungla de cristal (1988)
! 40 pisos de acción y aventura !
Cinta de acción dirigida por John McTiernan, escrita por Jeb Stuart y Steven de Souza, protagonizada por Bruce Willis, Alan Rickman, Alexander Godunov y Bonnie Bedelia, basada en la novela Nada dura para siempre de Roderick Thorp, siguiendo al detective de la policía de Nueva York John McClane (Willis) que se ve atrapado en el ataque terrorista de un rascacielos de Los Ángeles mientras visita a su esposa de la que está separado. En papeles secundarios encontramos a Reginald VelJohnson, William Atherton, Paul Gleason y Hart Bochner. Stuart fue contratado por 20th Century Fox para adaptar la novela de Thorp en guion en 1987. Su borrador inicial lo escribió en su despacho de Disney.
El taquillazo que rechazaron tanto Arnold Schwarzenegger como Sylvester Stallone se rodó en su totalidad en el edificio Fox Plaza y nos descubrió al excelso villano que es Hans Gruber. Fue candidata a cuatro Óscar, todos técnicos, llevándose ninguno, pero no le hizo falta porque es una película considerada de las mejores en su género e ideal para ver en Navidad. Esta franquicia trajo cuatro secuelas más: La jungla 2 (Alerta roja), Jungla de cristal (La venganza), La jungla 4.0 y La jungla (Un buen día para morir), así como videojuegos. Los productores, Lawrence Gordon y Joel Silver, crearon una película hábil para Willis, aderezada con la música de Michael Kamen y la fotografía de Jan de Bont.
En Nochebuena, el detective del DPNY John McClane llega a Los Ángeles, esperando reconciliarse con su esposa de la que está separado, Holly, en una fiesta organizada por su empresa, la Compañía Nakatomi. Es conducido al Nakatomi Plaza por un conductor de limusina, Argyle, quien se ofrece esperar a McClane en el garaje. Mientras el policía se cambia de ropas, la torre es incautada por un radical alemán, Hans Gruber, y su equipo armado hasta los dientes, incluyendo a Karl y Theo. Todos en la torre son secuestrados, excepto McClane, quien se escabulle. Gruber aparenta ser un terrorista para robar 640 millones de $ en bonos al portador imposibles de encontrar en la bóveda del edificio.
Asesina al ejecutivo Joseph Takagi tras fracasar al obtener el código de acceso de este y le encarga a Theo que irrumpa en la bóveda. Los terroristas son alertados de la presencia de McClane y uno de ellos, Tony, es enviado a por él. McClane mata a Tony y se lleva su arma y su radio, que usa para contactar con el escéptico DPLA; el sargento Al Powell es enviado para investigar. Mientras, McClane mata más terroristas y recupera su bolsa de detonadores y C4. No habiendo encontrado nada malo, Powell está a punto de irse hasta que McClane deja caer el cadáver de un terrorista sobre su coche. Después de que Powell llame por refuerzos, un equipo SWAT intenta atacar el edificio pero es agredido.
McClane arroja algunos C4 a los terroristas por el hueco del ascensor, causando una explosión que mata a algunos de estos y acaba con el ataque. El compañero de Holly, Harry Ellis, intenta negociar en nombre de Gruber, pero cuando McClane rechaza rendirse, el villano mata a Ellis. Mientras comprueba los explosivos en el tejado, Gruber se encuentra con McClane y pretende ser un rehén fugado; el detective le da a Gruber un arma, intentando disparar a McClane pero descubriendo que está descargada y es salvado sólo por la intervención de otros terroristas. McClane escapa pero es herido por cristales hechos añicos y pierde los detonadores. Afuera, los agentes del FBI toman el control.
Ordenan que la corriente se corte, algo que Gruber ya había anticipado, desactivando la última cerradura de la bóveda para que su equipo pueda coger los bonos. El FBI acepta la petición de Gruber por un helicóptero, intentando enviar unos de ataque para eliminar al grupo. McClane se da cuenta de que Gruber planea volar el tejado para matar a los rehenes y fingir las muertes de su equipo. Karl, encolerizado por la muerte de su hermano Tony, ataca a McClane y es aparentemente asesinado. Gruber ve un boletín de Richard Thornburg sobre los niños de McClane y deduce que es el marido de Holly. Los rehenes son llevados al tejado mientras Gruber se queda junto a Holly.
McClane conduce a los rehenes desde el tejado justo antes de que Gruber lo detone y destruya a los helicópteros del FBI que se acercan. Mientras, Theo recupera una furgoneta del aparcamiento, pero es neutralizado por Argyle, quien ha estado siguiendo los acontecimientos desde su radio del coche. Un McClane cansado y maltrecho halla a Holly con Gruber y sus restantes secuaces, rindiéndose al líder terrorista y disponiéndose a ser abatido, pero saca una pistola oculta y vendada a su espalda , usando sus últimas dos balas para herir a Gruber y matar a su cómplice. El villano atraviesa una ventana pero se agarra al reloj de pulsera de Holly y hace un último intento para matarlos antes de que McClane lo desabroche. El reloj se suelta y Gruber cae hasta matarse. Afuera, Karl embosca a McClane y Holly pero es abatido por Powell. La mujer golpea a Thornburg cuando este intenta entrevistar a McClane antes de que Argyle atraviese la puerta del aparcamiento con la limusina y se lleva al matrimonio de allí.
Hay películas de acción de los ochenta que no he podido ver por culpa de revisar tantas veces Jungla de cristal, una oda a la cultura de la violencia con un reparto que entonces y ahora es difícil de reunir. De los diez personajes que pueden recordarse, el absolutamente peor aquí es el periodista, quien por cierto repite en la segunda parte siendo mucho más imbécil. De un libro del que no guarda apenas similitudes, más de 30 años después tenemos una cinta sobresaliente que convirtió a Willis en una estrella desafiando las expectativas al interpretar a un tipo corriente que no desea ser el héroe, brillantemente facturada como una ametralladora. En un edificio se desarrolló este clásico inmortal bastante imitado luego.
La polémica de entonces fue que a Willis le pagaron un sueldo de 5 millones de $, más que a Redford, pero así fue como Jungla de cristal cambió el género de acción. No hay tal cosa como una que además escribiese De Souza, pues la novela que la inspiró tiene su estructura, pero nada de su espíritu navideño. Por eso hubo actores que rechazaron la película, bien por la historia o por otros motivos, pero un papel tan emblemático lo dejaron pasar actores muy famosos, por lo que pudimos tener a un John McClane muy diferente y no el que conocemos desde hace más de 30 años. Por votación, Hollywood ganó con la elección de un actor que tenía que superar el brillo de ser un nuevo famoso.
Su caso es parecido al que tuvo Harold Ramis cuando protagonizó las películas de Los Cazafantasmas, que recibió un gran salario de Hollywood y eso siempre es un imán para los aspirantes a estrellas y para el público. Willis percibió por Jungla de cristal 5 millones de $, hace 30 años eso era un gran dinero si tenemos en cuenta que en frente tenía al mejor adversario del siglo, Hans Gruber. El protagonista eligió personalmente a Bedelia como su compañera de reparto en este clásico de acción tras verla en la cinta dramática Corazón sobre ruedas. De Souza se sumó a esa arremetida veraniega de Hollywood con esta producción en la que también se consagró otro profesional como De Bont.
Ir al Nakatomi Plaza de esta Jungla de cristal no supone caer rehén a la primera, salvo por Willis, quien se distrajo con Demi Moore y se tomaba bastante en broma su relación en pantalla con Bedelia. Chisme aparte y con la sensación de que ninguno de los guionistas se paró a explicar un posible agujero de guion, Kamen usó partes de varias canciones clásicas y cascabeles para crear una banda sonora que acentuase la violencia. Este señor era un compositor talentoso y destacó en una banda sonora donde convivía su música con temas como el navideño de Run DMC. El emblemático salto del tejado de McClane fue una decisión arriesgada del director, ya que se rodó en una torre real en Century City.
Estrenada en un verano repleto de taquillazos con un alto aumento de promoción para la carrera de su protagonista, quien ya temía por su privacidad, la elegante caja de herramientas que permite que la acción fluya aquí alcanza la perfección, la recarga con emoción si se permite la expresión. Muy salvaje y loca, vigorosa, con un titulo castellano estúpido pero un doblaje muy bueno. Es de esos títulos que muestran la necesidad de unos villanos notables. Los tipos duros nunca mueren y menos en el Nakatomi Plaza, donde la muletilla de McClane Yipi ka yay hijo de puta se inspiró en la de un actor de western llamado Roy Rogers, cambiando solo el final original, chicos.
Rickman estaba suspendido desde una plataforma elevada para luego ser arrojado a una colchoneta abajo. Para captar el descenso, un sistema automatizado controlaba la cámara para centrarse en el actor. El personaje del secundario Gleason, un capitán de policía, demuestra ser un ejemplo singular de inútil y tonto que podía arruinar el éxito al que iba encaminada la película. El relato de Odiseo es un buen precedente para entender la misión de McClane al acudir al rescate de su esposa de manos de los terroristas. Este héroe metanarrativo sufre una paradoja de la masculinidad dentro de un marco cultural occidental contemporáneo, asumiendo una verdadera identidad que reconstruye al héroe yanqui.
Entre cuerpos, balas y malos, tenemos los elementos que reinventan la masculinidad y el espectáculo de la intimidad varonil en el cine, todo un mito norteamericano que ha envejecido bien y que no se ha muerto definitivamente, se ha reafirmado con fuerza gracias a posteriores filmes igual de populares en el género, obra fundamental tras más de 30 años. Es una máquina esbelta, bestial y varonil que humanizó y perfeccionó el modelo que venía haciéndose en los 80 por Century City. John McClane apretó las tuercas de la maquinaria empresarial de Hollywood durante la presidencia de Reagan y esto llevó a que los cineastas modernos recogiesen dicha influencia en sus trabajos o que les inspirase a dirigir.
Barry Jenkins, nombre que no se asocia precisamente al cine de acción, es uno de esos directores a los que Jungla de cristal le cambió la vida tras verla. Otro sería James Gunn, quien la recomendó para curar la depresión de mucha gente durante los primeros meses de cuarentena. Y con el arma a punto está el debate de si es navideña o no más que una polémica más de las redes; definitivamente por lo escrito al principio lo es aunque muchos lo nieguen. Es una película que se considera que transcurre en Navidades pero no va sobre la fiesta en cuestión, lo cual ahí hay dudas, que incluso no hay tales referencias, que es un pensamiento colectivo incorrecto. El guionista afirma que si porque sale mucho una mujer que dará a luz.
Willis ha declarado que Jungla de cristal no es una película navideña, pero diría que no es sólo eso, sino la mejor, al menos según su distribuidora en Hollywood. Para acabar con el debate, lo es y es más fiel a la fecha que cualquier cinta sobre la festividad y de hecho la que un servidor ve cada 25 de diciembre. No concibo que por ser de acción se la rechace ni tampoco que se haya perpetrado una nueva versión como es El rascacielos. Otra cosa que no toleraría es que se reiniciase contando los orígenes de McClane porque eso mataría la imagen que se tiene de la saga. Sus muchos imitadores y secuelas nunca se han acercado ni igualado sus emociones tensas, porque este es el clásico definitivo de acción festivo.
Una explosión directa de adrenalina que continuó en La jungla 2 (Alerta roja), útil y divertida secuela, con Jungla de cristal: la venganza retrasada por culpa de las imitadoras que ya habían dificultado lo de trazar un escenario original ya usado. Tras el paso por dirección de Renny Harlin, McTiernan regresó para enfrentar a McClane contra el hermano de Hans Gruber, Simon (Jeremy Irons), en una entrega que se nota más de los 90 que su predecesora. Luego vendría La jungla 4.0, dirigida por Len Wiseman y por último, La jungla: Un buen día para morir, que dejó la franquicia en el limbo por culpa de la torpeza del director John Moore.
Esta es la única entrega que va a tener entrada, por su influencia eterna, por el sudor, por la mugre, por las cosas que explotan, por no ser una adaptación de cómic tipo año uno o precuela, por su truculento aire de novela gráfica donde sólo falta ver a McClane envuelto en otro millar de perrerías contra un asesino en serie obsesionado con las películas de acción navideñas.
Puntuación: 8
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