La leyenda de Tarzán (2016)

                        Un humano en la naturaleza

                              
Acción  y aventuras en  una de las películas estrenadas en este 2016 que ya va acabando y que no es sino otra adaptación cinematográfica  del personaje ficticio más legendario de todos los tiempos,  Tarzán, creado por Edgar Rice Burroughs. Dirigida por David Yates y escrita por  Craig Brewer, el filme lo protagonizan  Alexander Skarsgard, como el protagonista, con Samuel L. Jackson, Margot Robbie, Djimon Hounsou, Jim Broadbent y Christoph Waltz en papeles secundarios. Se rodó principalmente  en los estudios de Warner Bros en Leavesden, Hertfordshire, Reino Unido.

Como resultado de la  conferencia de Berlín,  la cuenca del Congo  es reclamada por  el rey  Leopoldo II de Bélgica, quien gobierna  el Estado Libre del Congo  en unión personal con  su reino como parte de  su imperio colonial belga. Sin embargo, el país  está al borde de la bancarrota  por culpa de Leopoldo, quien ha  sacado  cantidades enormes de dinero  para financiar la construcción de  vías férreas  en el Congo, así como otros proyectos de  infraestructura urbana. Como respuesta,  manda a su enviado, el corrupto, violento y  despiadado capitán Léon Rom (Waltz) para asegurar  los  legendarios diamantes de  la ciudad de Opar y así controlar esa región para los intereses belgas. Un líder tribal, el jefe  Mbonga (Hounsou), le ofrece los diamantes  a cambio de un viejo enemigo: Tarzán, quien mató a su hijo.

                                                      
Ese hombre que una vez fue  conocido como Tarzán no es sino  John Clayton III, Lord Greystoke (Skarsgard), quien hace tiempo que abandonó África  y se asentó en  Londres con su esposa  americana, Jane Porter (Robbie),  aceptando su  nombre original y el hogar tradicional de su familia. A través del  primer ministro del Reino Unido (Broadbent), es invitado  por el rey Leopoldo a visitar  Boma, un puerto fluvial del Congo, para informar  sobre el desarrollo  del país por parte de Bélgica, aunque  Greystoke rechaza amablemente  la invitación. 

Un enviado americano,  el veterano empresario George Washington  Williams (Jackson), reconoce  a John de las historias  de Tarzán y le revela en privado  sus sospechas acerca de que  los belgas  están  ejerciendo la esclavitud con la población del Congo, persuadiéndole  para que acepte la invitación y así demostrar la certeza de sus sospechas. El viaje se avecina peligroso, recordando que su padre (Hadley Fraser)  fue asesinado por  los simios Mangani, dejando huérfano a John  desde bebé y siendo criado como Tarzán  por su madre adoptiva, Kala. John, Jane y  Williams viajan hasta  el Congo, donde una noche, mientras la tribu que los recibe duerme,  Rom y sus mercenarios  asaltan la aldea  y secuestran a la pareja tras matar al líder tribal,  Muviro.

Con la ayuda de los guerreros de la tribu,  John y Williams  interceptan un tren militar belga  que transporta a nativos capturados para ser sometidos a esclavitud,  dándole al segundo la prueba que necesita  para destapar la farsa del rey Leopoldo. La noche siguiente, con John recuperándose de sus heridas tras un combate con los simios, Williams recuerda las masacres  hacia los  nativos en Estados Unidos  durante la  guerra de secesión, comparando esas acciones  con la maldad de Rom y Leopoldo.

                                       
Más tarde este regresa a  Inglaterra  y se presenta ante el primer ministro con pruebas que muestra toda la esclavitud llevada a cabo en  la colonia africana. Un año después, John y Jane  han decidido quedarse en el Congo  y se han ido a vivir a la vieja casa que tenía el padre de ella (quien originalmente iba a aparecer, interpretado por John Hurt), donde da a luz a  su primer hijo, Korak, con nuestro protagonista  regresando a la pacífica  y justa sociedad en la que ocupa un  lugar importante entre  los grandes simios como Tarzán. En resumen, diríamos que pasa de ser un hombre reprimido a otro que  lentamente se desprende de sus capas de civilización para volver a  su estado animal previo, esa personalidad tradicional  bajo su forma musculosa.

John August llevaba  desde 2003 escribiendo una versión actualizada de Tarzán, pero en 2008 se supo que  había otra variante que estaba redactando  Stephen Sommers, director de  La momia (1999)  y de su secuela  El regreso de la momia, así como de Van Helsing.  De esta última se decía que había muchas similitudes con la saga de Piratas del Caribe y fue la que más cerca estuvo de rodarse. Yates fue finalmente el elegido tras ganar a los otros dos candidatos finalistas,  Susanna White (La niñera mágica  y el Big Bang, Un traidor como los nuestros) y Gary Ross (ahora mismo rodando Ocean´s Eight, versión femenina de la trilogía Ocean´s).

El productor Jerry Weintraub quería en principio  al nadador Michael Phelps para  interpretar al protagonista, pues lo consideraba el aparente heredero de Johnny Weissmuller, el también nadador y luego actor que encarnó a Tarzán  en los años 30 y 40. Cuando Phelps apareció en un programa nocturno muy conocido en EEUU, Weintraub cambió de idea al verle y por tanto la búsqueda continuaba con otros potenciales candidatos como  Henry Cavill, Tom Hardy  y Charlie Hunnam. Skarsgard, quien dio vida a Eric Northman en la serie de  HBO True Blood, fue el elegido por  el director, Yates.

                                               



Jackson se ganó su derecho a interpretar a Williams por su veteranía, siendo este un actor al que descubrimos en su día en la película Fiebre salvaje, de Spike Lee. Volviendo a Skarsgard, Yates pareció dar con el Tarzán perfecto, un tipo nacido en Suecia pero que ha encontrado el éxito en su carrera trabajando en  América, por lo que se asemeja a su personaje, que parece no pertenecer ni a un sitio ni a otro. Yates originalmente quería a  Jessica Chastain para  dar vida a  Jane Porter, pero a quien si convenció fue a Waltz para hacer del villano, el capitán Rom. El austriaco  fue un descubrimiento de  Quentin Tarantino.

Alguien tenía que ser Jane, y  tanto  Robbie, la australiana de moda en Hollywood, como  Emma Stone estaban entre las favoritas. La lista se ampliaba con nombres como Emma Watson, Sarah Bolger,  Georgina Haig,  Lucy Hale, Lyndsy Fonseca,  Eleanor Tomlinson, Gabriella Wilde y Lucy Boynton. A continuación se sumó a Hounsou para el papel de jefe Mbonga, que siendo de origen beninés era ideal, y finalmente a  Broadbent, otro veterano actor inglés.  La otra gran tarea que tenían que cumplir los del equipo era hacer que África pareciese auténtica, ya que se rodaba en Inglaterra, por lo que hubo tomas adicionales filmadas durante mes y medio en  Gabón, no más tiempo porque si no el presupuesto se hubiera disparado y por eso, de hacer buena taquilla, se aseguraría una posible secuela.

                                     
El boca a boca de los espectadores que la hemos visto ha sido muy positivo, pero también hay que tener en cuenta que  dado su elevado presupuesto en el fondo la película te deja una sensación de ver que algo no funciona, que  sin llegar a ser una porquería como otros estrenos de este año, no termina de estallar y por tanto se la puede calificar como fracaso, uno de muchos fiascos cinematográficos de la actual década que han conllevado desastres como el de esta versión de Tarzán de Yates. ¿Estamos ante un producto defectuoso, estropeado de antemano, inservible para el público actual?

Tuvo mucho que ver que su estreno en salas coincidiese con la siempre competitiva oferta deportiva televisiva de cada lustro, esta vez  la Eurocopa  de fútbol. A nivel internacional Tarzán siempre ha sido una propiedad que ha funcionado mejor en el resto del mundo que en EEUU, pero otra circunstancia se encuentra en la facilidad que tiene el cine de animación familiar para superar al resto de estrenos, porque ya se sabe que los niños son el público que más acude con sus padres a los cines desde hace tiempo. Una excepción puede encontrarse en la positiva acogida que tuvo en un mercado tan difícil como oportuno como es el de Europa oriental, desde los estados Bálticos a Turquía.

                                                      
La leyenda de Tarzán  tiene mucho más  cerebro que la mayoría de películas protagonizadas  por este personaje clásico, pero eso no es suficiente  para sacar adelante  un argumento demasiado genérico ni para evitar su  muy lento ritmo. Lo que la hace más  agradable de ver  que un puñado  de historias recicladas de este tipo  es que los cineastas le han dado a  Tarzán  un cambio de imagen  considerado e imperfecto. Al menos se deja ver, es una película pasable para lo que suelen dar en verano, ya es algo. En su contra diré que  es un intento  parlanchín y sobre todo  rimbombante  por parte del director británico de construir una visión épica como la que trajo  a las cuatro últimas entregas de Harry Potter a través de otro  querido héroe literario.

                                          

David Yates es de sobra conocido por ser un director cuyo estilo se caracteriza por  llevar a sus actores y equipo de rodaje hasta extremos físicos y emocionales, de ahí que  prefiera trabajar lentamente  y filmando numerosas tomas  para sacar lo mejor de sus repartos, algo que le viene de su etapa televisiva y que le funciona mejor cuando se trata de dar vida al mundo de la magia, véase la también reciente Animales fantásticos y donde encontrarlos.  Sin ser una gran historia ni un guion ejemplar, las comprometidas  actuaciones del elenco siguen siendo insuficientes para salvar a esta película de esa óptica  colonial tan  incómoda (la esclavitud), unos efectos digitales aburridos  y una temática tediosa.

Nota: 6

                                                    






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